lunes, 20 de febrero de 2012

Estamos solos en la casa; el resto de la gente se ha ido a la piscina. O algo por el estilo. He alegado estar cansada, o tener flojera, o alguna tontería por el estilo. Mi madre ha intentado convencerme sin demasiado éxito, pero ya he estado todo el día molestando a mi tía, caminando por allí y fastidiándote. No entiendo, la verdad, como no han sospechado que ambos queramos quedarnos. Probablemente es porque no parezco interesada en tí... o que he sabido disimularlo, o que mi madre jura que creo en la monogamia, me da igual.

Estamos en un dormitorio, charlando en la cama sobre alguna nimiedad musical, o algo por el estilo. El ambiente cambia cuando terminas aferrándome otra vez contra ti.

Tu sonrisa se ensancha; con la mano libre me sujetas la barbilla, metiendo tu lengua en mi boca sin el más mínimo recato. Te detienes para morder con fuerza el labio inferior, mordisqueando a lo largo hasta dejar inflamada la zona.  De un solo golpe me arrojas a la cama haciéndola hundirse... amo la sensación de tú calidez contra la mía. Lames mi cuello y pareces divertirte con los gemidos que trato de ocultar sin éxito. Hay muchos moretones, todo es brusco, con un aire animal que francamente me fascina.
Estoy distraída con el paseo de tu lengua sobre mi cuello, aún así me doy cuenta de que me amarras con unos nudos pre hechos, retirando mis manos de tu torso. Cuesta un poco, ya que estoy embelesada, repasando los contornos de tu abdomen, pero al final lo logras. Mala suerte.

Sigues bajando hasta llegar a mi pecho, retirando con celeridad la blusa hasta dejarla sobre mi cabeza. Arrancas el sujetador con la misma tosquedad con la que me tiraste sobre la cama, cortando bajo un pecho para lamer la sangre, desesperándome …¿por qué no vas directo al punto? Además, uno de mis sujetadores favoritos al demonio.

Vuelvo a abrir la boca, e introduciendo tu dedo sangrante para mi diversión,  desabotonas el jean, tirándolo al otro lado del cuarto antes de amarrarme también los tobillos. Me siento indefensa y vulnerable cuando te alzas un poco para mirarme casi desnuda, sonríes de nuevo como enseñando los colmillos. Vuelves a inclinarte sobre mí para cortar el blumer, dejando mi cuerpo completamente descubierto. Siento la sangre subir a mi rostro cuando comienzas a acariciarme de un modo menos brusco, lamiéndome e introduciendo un dedo dentro de mí, haciéndome soltar un pequeño grito; espero los vecinos se hagan de la vista gorda.  


-borrador.

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