martes, 3 de enero de 2012



Toda ella es una gran golosina.
La observas en tu mente, derritiéndose en tu boca. Es dulce pero al final deja un trazo infinitamente amargo, que tu paladar masoquista adora como pocas cosas. Toda ella; sus ojos, su cabello, incluso el color de su piel, evocan distintos tipos de chocolate. La crema que corona la piel tersa de su cuello, ahora más apetecible que nunca. Quizá por el deseo. Sonríe, relamiéndose los labios gruesos, que sostienen una fresa roja, jugosa, también cubierta por el preciado oro dulce...
Está sobre sábanas blancas; qué desastre va a formarse cuando quieras retirar de su piel el cacao que ahora es su única prenda.


Sientes que te llama, parpadeando lentamente con los labios entreabiertos. Aunque está totalmente ajena al deseo que te come por dentro, pero ¿lo está? el brillo en su mirada que te atrae como la sangre a un vampiro, parece intensificarse ahora que se da cuenta de como la miras. Se mueve ligeramente, las sábanas se manchan. No lleva nada más que el vestido de oscuro placer. Su cabello alborotado es lo único "limpio". Suelta una risita infantil, susurros con voz de una inocencia tan falsa como tu resistencia a tenerla. Te gusta que lo haga. Te gusta que finja ser inocente, aunque sea una mentira, pues ambos conocen la realidad del asunto.
Otra fresa y no puedes desviar los ojos de sus labios húmedos.
¿Por qué te resistes?

No hay comentarios:

Publicar un comentario